La migraña es una enfermedad neurológica prevalente y altamente incapacitante, más frecuente en mujeres de 20 a 50 años. Se caracteriza por fases sucesivas (premonitoria, aura, cefalea, postdrómica e interictal), con mecanismos fisiopatológicos centrados en la activación del sistema trigeminovascular y la liberación de péptidos como el CGRP. Su diagnóstico es clínico, basado en los criterios ICHD-3, y debe diferenciarse de otras cefaleas mediante herramientas como el ID Migraine y la escala SNNOOP10 para detectar signos de alarma.
El tratamiento combina medidas no farmacológicas (control del estrés, sueño, dieta, ejercicio, evitar abuso de analgésicos) y farmacológicas, tanto agudas (AINEs, triptanes, ditanes, gepantes) como preventivas (betabloqueantes, antidepresivos, antiepilépticos, antagonistas del calcio, toxina botulínica o anticuerpos anti-CGRP).
La elección terapéutica debe individualizarse según frecuencia de crisis, comorbilidades (ansiedad, depresión, trastornos cardiovasculares o gastrointestinales) y respuesta previa, buscando reducir la frecuencia y severidad de los ataques.
El tratamiento combina medidas no farmacológicas (control del estrés, sueño, dieta, ejercicio, evitar abuso de analgésicos) y farmacológicas, tanto agudas (AINEs, triptanes, ditanes, gepantes) como preventivas (betabloqueantes, antidepresivos, antiepilépticos, antagonistas del calcio, toxina botulínica o anticuerpos anti-CGRP).
La elección terapéutica debe individualizarse según frecuencia de crisis, comorbilidades (ansiedad, depresión, trastornos cardiovasculares o gastrointestinales) y respuesta previa, buscando reducir la frecuencia y severidad de los ataques.
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