La piel
es el órgano más extenso del cuerpo humano y posee una rica y variada actividad
metabólica, así como una abundante vascularización. Es por ello que ante
cualquier enfermedad sistémica, la piel puede convertirse en un reflejo de las
alteraciones que están sucediendo en el interior del organismo. Se trata además
de un órgano fácilmente explorable y cuya valoración no precisa en la mayoría
de los casos de pruebas invasivas. Por todo esto, la piel siempre debe ser
tenida en cuenta en la evaluación de un cuadro sistémico, ya que una minuciosa
exploración puede dar importantes claves para la resolución del diagnóstico.
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